LOCO COMO UNA CABRA, - Definiendo mi sistema de Valores -

 La familia de la que vengo tiene, como todo sistema familiar y ser humano en el mundo, un sistema de valores según el cual decide absolutamente todo en su vida. 

Ese sistema de valores es, en principio, inconsciente. Es lo que aprendes desde pequeño, NO por lo que te dicen que tienes que valorar, sino por lo que observas en millones de momentos diferentes sobre qué es lo que tus padres, educadores, valoran. 

Mientras ese sistema de valores sigue en el inconsciente, tú estás seguro de que tomas tus propias decisiones y la verdad es que aún estás lejos de hacerlo. Si decides según lo que tus educadores valoraban, entonces son ellos (en ti) quienes siguen decidiendo, y tú ni te enteras.

Luego, cuando te das cuenta de ésto, entonces puedes decidir enterarte de qué es lo que inconscientemente valoraste toda tu vida. Una vez que haces el trabajo y lo descubres, ahora eres consciente de cuáles son los valores a los que inconscientemente priorizaste y, por lo tanto, desde donde has decidido siempre.

Pero la conciencia sola no alcanza. Ahora eres consciente y tienes la posibilidad de elegir. Debes elegir qué valoras y qué valores tienen prioridad en tu vida. 

Una vez hecho todo el recorrido interior -que puede llevarte años o minutos, no importa, lo importante es que lo has hecho- has logrado ser adulto (más allá de la edad), dejando atrás la adolescencia que hoy es eterna para la mayoría de los humanos en la cultura en la que vivimos. 

Entonces te decía, en la familia de la que vengo y, en consecuencia, yo mismo hasta hace unos años, priorizamos siempre y valoramos sobre todo, lo económico. 

No pienses esto como “son materialistas”. Va mucho más allá y es mucho más profundo que eso. 

“Si tengo estoy tranquilo, si no tengo surge el miedo”. “Si no tengo es un problema y estoy mal, y si tengo estoy feliz y tranquilo”. “Si tengo, estoy bien, pero en realidad tengo miedo de perderlo”. “Necesito tener porque si no me voy a morir”. “Si no tengo soy un fracasado, si tengo entonces lo he logrado”. “No tengo, pero hago como que sí”. 

Y podría seguir por la eternidad dando ejemplos del tipo de pensamientos que surgen en una persona que mide todo según lo que tiene o cuánto tiene o no tiene. 

Es cuando el valor de algo, una cosa, depende de lo que cuesta en dinero y no, por ejemplo, según cuánto lo necesitas. Y como es tu psiquismo y no tú el que aún sigue decidiendo que 1.000.000 de dólares vale más que 10, pues entonces tu psiquismo sigue decidiendo qué vale más y que vale menos. 

Es tan así que, si indagas en cualquier sistema de valores que aún sigue en el inconsciente familiar, - desde las mejores intenciones pues no se trata de juzgar, simplemente estoy hablando de hechos - descubrirás que lo que se suponía y daba por hecho de que era “amor incondicional” entre miembros de la familia, resulta ser un pseudo amor que está lleno de condiciones. Esas condiciones son las que, desde el inconsciente determinan sobre tus decisiones. 

Ésto es así en toda persona que no haya hecho el recorrido interior y entonces, decida siempre por sí mismo cuáles son los valores que prioriza y según los cuales vive.  

Un ejemplo propio, más o menos reciente que te puedo contar es cuando le hice una pregunta a uno de quienes fueron mis educadores.

Le dije: 

“Yo logré hacer algo que no encontré alguien más en el mundo que lo haya hecho. Agigantar vegetales desde una semilla común, y metodizarlo. (ese para mi es un logro y lo valoro). Yo entiendo qué hacer para que desde una semilla común, en un plazo de algunos años, lograr cosechas de verduras en tamaños enormes, totalmente fuera de lo común. En la familia de la que vengo, a eso, nadie le dio importancia.” (tampoco tienen porque hacerlo, pero sirve muy bien de ejemplo). 

Entonces le hice la pregunta: “¿si yo hubiese ganado millones gracias a eso, entonces, lo hubieses valorado?” 

Su respuesta fue contundente: “sí”.

Te pido, lector, que no juzgues lo que recién leíste. Simplemente observa el hecho. Observa la verdad y entonces obsérvate a ti mismo para encontrar en tí qué pensamientos surgen a raíz de lo que te cuento. 

Es que ¿estás seguro de que ya has decidido tu sistema de valores?. 

Era el año 2010, yo estaba “en lo de Berna” y conocía al “Goyo” hacía unos meses. Ya había confianza entre nosotros, aunque yo seguía siendo “el de la ciudad que no sabe usar herramientas”. 

Y llegó una mañana a decirme que había conseguido un trabajo y necesitaba ayuda. 

Debía preparar “la Pampa Redonda” para llevar 54 cabras y un chivo, y atenderlos allí. Debía construir el corral, desbarrar el antiguo estanque que no se usaba hacía al menos 200 años. También debía construir un “rancho” para dormir allí cuando fuese necesario. Para todo ésto debía llevar herramientas, subir agua porque allí no había. Lo haríamos un poco a pie y otras veces a caballo y / o burro. Quien nos empleaba, no contaba con buen pasar económico y me pagaría por día una suma tan ridículamente baja que si yo priorizara eso, jamás lo hubiese aceptado. 

El verdadero fin, según me explicó, era ayudar a recuperar esa maravillosa porción de naturaleza a los dueños originales, gente de la zona desde siempre, a la que, generaciones atrás, le había sido legal e injustamente arrebatado. Realmente no era ese mi incentivo, pero entendí que para el dueño original sí lo era. Nuevamente, la inocencia era el lugar interno desde donde yo entraba en una aventura. Por lo tanto no podía salir mal. 

La Pampa Redonda es un sector de unas 50 hectáreas que, si te fijas en un mapa está, desde Ojo de Agua, detrás de una serie de “lomas”, justo frente al Uritorco principal. La vista es espectacular. Solo se puede llegar caminando por sendero hacia arriba durante una hora aproximadamente. 

En ese lugar, todo se percibe más intenso. Por alguna razón el mismo mate, con los mismos yuyos, el mismo agua, es más rico allí que en Ojo de Agua, o Capilla del Monte. 

Es, como lo indica su nombre, una pampa redonda en la que de frente tienes el imponente paredón principal del Cerro Uritorco. A los costados y atrás, la rodean distintas lomas en las que dependiendo la época, se puede ver y sentir el aroma de las hermosas flores blancas del palo amarillo. Los rojos y violetas de los frutos del Piquillín. La frescura en la sombra de semejantes Algarrobos. El naranja y verde de los Talas cuando alimentan miles de pájaros con su fruto. Maravilloso Tala, que en épocas de muchísima sequía, cuando la tierra se quiebra del calor, te sientas debajo de su copa y sientes el frescor del tímido fino lloviznar de savia con el que refresca su propio ambiente. 

Predomina la cantidad de palmas Caranday que también alimenta los animales de la zona, y tiene la particularidad de que cada parte de esa planta tiene muchas funciones diferentes que sirven a todo ser que habite la zona. Y jamás falta la famosa peperina de monte que, por alguna razón, sólo la encontrarás en tierra inclinada, y jamás en las partes planas. 

Yo disponía del tiempo y ganas. Además, si bien aún no podía explicarlo con la claridad que lo hago ahora porque el conflicto interno aún existía, yo ya había decidido que la prioridad para mí era (y lo sigue siendo) vivir en Aventura. Eso es lo que por elección más valoro. 

La aventura es mi cable a tierra. Vivir en aventura lo tiene todo y siempre implica crecimiento: Tiene desafío, riesgo, simpleza, dificultades, surgen miedos que hay que atravesar. Hay muchísima incertidumbre, están presentes todos los matices de la vida. Y más vale estar en presencia, atento siempre, pues si no, sencillamente, te puedes morir. 

Hay aventuras en las que tengo mucho dinero, hubo otras en las que no tuve nada. Lo que jamás falta en la aventura es la Magia. Porque la verdad es que siempre está ahí, pero reconocerla o no, depende de los anteojos con los que decides (o algo decide por tí) ver la vida. La aventura está llena de colores, y yo percibo la normalidad como algo gris, aburrido. 

Y lo económico, que antes desde el inconsciente era prioridad, en ese tiempo ya había perdido relevancia respecto de lo que yo valoraba. Si bien aún no había logrado atravesar “el miedo a no tener” y por eso el conflicto interno, en ese tiempo ya había cruzado mi primer “umbral”, como se lo define en el camino del héroe. En lo que respecta al dinero entonces, es simplemente, para seguir de aventura en aventura. 

En mi mente era algo así: “No sé cómo voy a comprar comida y lo demás que necesito, pero quiero experimentar esa semejante aventura que me propone Goyo”.

Un poco de lo de siempre: mi mente queriendo imponer todas las dudas y miedos, y esa otra parte interior, más sutil, estallando de alegría por la aventura que se avecina. 

Y la verdad es que, a lo largo de mi vida, he vivido las más diversas situaciones y el universo me ha mostrado indefinidamente que: Lo necesario para avanzar en mi camino, SIEMPRE está cuando lo necesito. 

Yo: - “Goyo, yo nunca vi ni sé algo sobre cabras. No tengo idea de cómo se cuidan ni nada respecto de eso que me decís que vamos a hacer allá.”

Goyo: - “Vos no te preocupes, haceme la segunda y lo hacemos”. 

Yo: - “Bueno, ¿qué hay que hacer primero?”

Y así comenzaba una aventura de varios meses. 

Lo primero que seguramente hicimos fue armar un cigarrillo de marihuana. - En ese tiempo le daba importancia a lo que hoy lejos de defender o promover, digo que sin arrepentirme de haberlo experimentado durante años, la verdad es que muchas veces me ha alejado del momento presente y hoy con seguridad digo, no es bueno ni malo, simplemente puede ser una vía de escape del presente, como lo fue para mí -.

Comenzamos a caminar hacia lo que sería el terreno en el cual experimentaríamos incontables aventuras. Desde hacerle una cesárea de urgencia a una cabra enferma; bajar de noche en un burro sin riendas o montado en un caballo que se quedaba dormido mientras lo estábamos montando y había que despertarlo constantemente cuando se quería echar en el suelo; hasta subir a lo más alto del cerro Uritorco (para el cual la gente se prepara antes durante días), dos o tres veces por día, “rodeando” las cabras para bajarlas en lo que se había transformado en un temporal y si seguían yendo lejos, se las podía comer algún enorme puma que aún habitan en la zona. 

A medida que comenzamos a subir por una quebrada profunda, comenzaba a percibir el sendero por el cual luego subimos incontables veces. A veces hasta 3 veces en un día. Luego, el mismo camino comenzaba a abrirse y ya no era tan empinado. Desde el comienzo hasta que llegas a la pampa redonda, atraviesas muchos y muy distintos paisajes. Desde lo super empinado en donde sientes como trabajan los músculos en tus piernas, pasando por pequeños “descansos” en donde el camino es de tierra (y no piedra) por lo cual es un verdadero placer llegar allí, porque también es en donde te sientas un rato bajo un enorme algarrobo. También atraviesas lugares en donde hay cientos de Quebrachos de todos tamaños y que en agosto/septiembre caminas sobre una alfombra de hojas naranja, roja y amarilla. 

De a ratos puedes ver paisajes increíbles hacia lo lejos, y de a ratos no ves más que las paredes de piedra y monte que tienes a cada lado. Y sobre todo, las primeras veces, es cuando ya no das más de cansancio, que de pronto se abre completamente el panorama, y encuentras a mediana distancia, en primera plana, una gigantesca e imponente pared que es el Cerro Uritorco principal (y ya no pre cerros, como los que ves desde lejos, como en Capilla del Monte). 

En la Pampa Redonda los vientos pueden ser tan violentos, que la arena que golpea constantemente en los árboles les hace agujeros en la parte baja a troncos. He estado ahí en la sequía total, cuando las plantas tienen tanta telaraña que los animales que las comen enferman; también en temporales extremos en los que corre tanta agua junta que es peligroso andar. He caminado allí sobre la nieve, y también de noche sin luna ni linterna, porque con la sola luz de las estrellas ya es suficiente. 

Cuando conocí por primera vez ese lugar ya no era solo mi SER que tenía la certeza de vivir aquella aventura. Mi mente también se había convencido. De nuevo, y aún más intensa esa sensación de libertad en la que todo lo tienes, todo lo eres y no hay alguna falta. De pronto no hay deseo, pues todo lo que querías ya no importa. Estaba completo y podía sentirlo en cada célula de mi cuerpo. 

Exploramos todo el territorio, eso nos llevó días. Encontramos partes de herramientas de quienes habitaban allí hacía centenares de años. El lugar también nos regaló una antigua olla gruesa de hierro fundido, de las mejores que existen hasta hoy para cocinar y que usamos durante toda nuestra estadía. 

Comprendimos mucho mejor cómo hacer todo lo que debíamos hacer, ya que estando ahí, ver las distancias, los materiales de la zona, la represa que debíamos desbarrar, etc; se hacía mucho más real. 

Luego también fuimos por los otros dos posibles caminos para llegar ahí. Estaban el camino corto, el que te describí antes, y luego estaban el camino del medio, y el largo. El largo, es el que en principio debíamos usar para ir a caballo. Hasta que luego de un tiempo, nos dimos cuenta de que perdíamos tanto tiempo yendo por ahí, que Goyo decidió abrir para ir a caballo, el que era el camino más corto. Eso realmente mejoró mucho nuestro día a día. 

En la esquina izquierda de la pampa, había lo que eran ruinas de una vivienda que solían habitar quienes vivían allí arriba. La historia dice que si bien, antes llovía más y era más fácil acumular el agua, había épocas de sequía en las que tenían que bajar a buscar agua al arroyo de Ojo de Agua. Y para llevarla arriba nuevamente, lo hacían en “panza de burro”, que al carnear los animales viejos, encontraban que su panza era super elástica y resistente, y para eso las usaban. Para nosotros fue más “fácil”, porque llevábamos entre 40 y 80 litros de agua por día, en bidones, que cargaban el burro y el caballo. 

Con las piedras de las ruinas y cemento construiríamos la casa monoambiente de unos 25 mts2, que tardamos unos dos a tres meses en construir. Valorábamos mucho el cuidado del lugar y el uso de lo que ya existía allí. 

Y luego de recorrer rincón por rincón y conocer el lugar a fondo, nos pusimos manos a la obra. 

Lo primero que hicimos fue limpiar los canales que desembocan en lo que luego sería la represa de donde tomarían agua las cabras. Para eso, caminábamos unos 2 km, cargábamos de arena las bolsas arpillera y el carretillo, y volvíamos los 2km hasta donde construiríamos la vivienda. No puedo decir cuántos viajes hicimos, fueron muchísimos durante varios días, son muchos los canales que limpiamos. Cuando estaban ya despejados, teníamos suficiente arena para toda la obra. 

Ahora venía lo imposible: desbarrar la represa. Ese inmenso recipiente de agua, estaba al mismo nivel del suelo, y según dicen, tenía en sus épocas de mejor funcionamiento, aproximadamente 1 y ½ m de profundidad, siendo un óvalo de unos 30 m de diámetro en su parte ancha y unos 10 m de diámetro en su parte más angosta. Si lo piensas como para que lo logren desbarrar entre dos personas con un pico, una pala y una carretilla en mal estado, era imposible de volverlo a su tamaño original,. De lograrlo, tardaríamos muchos meses. Pero nada nos detenía. Éramos dos incansables aventureros en libertad, gozando de la vida, a puro desafío de lograr vivir en ambiente super duro, incómodo, en medio de la naturaleza, lejos de la civilización. Y lo continuamos. Y cada día en la misma alegría, sin apuro ni descanso, seguíamos hacia lo imposible. Recuerdo en las tardes, cuando luego de unas 8 horas  a pico y pala sin parar, mirábamos lo que habíamos logrado en el día, y pensábamos en lo que aún faltaba, y nos reíamos de lo ridículo de lo que estábamos haciendo. Aún así, continuamos. 

Y funcionó. Se hizo la magia. Una mañana, luego de haberme quedado trabajando en mi huerta, en “lo de berna”, llegó Goyo y me dijo que me tenía que mostrar algo, que teníamos que ir en ese mismo momento a la pampa redonda. Y fuimos. 

Al llegar, me mostró la represa ya lista, terminada, totalmente desbarrada. Yo no comprendía lo que veían mis ojos. 

Me contó que el día anterior, él continuaba solo con el trabajo, cuando de pronto vió aparecer por detrás de una loma en la parte izquierda de la pampa, una pala mecánica (bajob en algunos países). Era un trabajador de quienes habían adquirido el lugar legal pero injustamente. Goyo se asustó. 

Su mente le decía que lo sacarían de allí inmediatamente, incluso podría tener él mismo algún problema legal por lo que estaba haciendo. 

Lo que sucedió, fue algo muy diferente. Goyo y la persona para la cual estábamos trabajando se acercaron al maquinista y resultó ser conocido de nuestro empleador. Le contaron lo que debíamos hacer en la represa. A lo que el maquinista, con mucho gusto, les ofreció hacerlo en un rato, en ese mismo momento, a cambio de un cabrito cuando las cabras hubiesen tenido cría. Así fue que en dos o tres horas de trabajo con máquina, sin más esfuerzo físico de nuestra parte, la represa estaba con la profundidad a tope. 

Si conocieras el lugar, creerías tal cual nosotros en ese tiempo, que lo que te cuento era imposible que sucediera. Pero el universo tiene más recursos que los que tu mente te dicta. Y la magia sucede si estás dispuesto a lograr lo que tu mente te dice que es imposible. 

Ahora había que cerrar ese área con cerco, ya que si llovía y se llenaba debíamos cuidar el agua y que no la consuman las vacas y los caballos que tenían la posibilidad de bajar hasta el río. 

Nuevamente, a recoger alambres viejos, ramas de todo tipo. Para ésto, podamos los algarrobos de sus ramas secas para que el viento corriese por entre la copa, limpiamos todo ramerío que hubiese tirado por el campo; colocamos los postes más fuertes en 4 o 5 lugares estratégicos, pasamos algunos alambres y acomodamos toda rama, tronco, y demás objetos que encontrábamos por ahí. Al cabo de algunos días, habíamos logrado armar una pared de al menos un metro de espesor, alrededor de la represa que aún estaba completamente seca. 

Mientras tanto, Goyo me contaba cómo era el plan para traer a los animales. Faltaban solo unos días para que nuestro empleador los recibiera. Goyo y yo debíamos entonces ir hasta el pueblo, a su casa. Desde ahí (unos 8 km), entre 4 personas a caballo (quien nos contrataba, su hermano, Goyo y yo) arrearíamos las cabras los 8 km hasta la entrada del sendero que lleva a Pampa Redonda. Por allí continuaríamos parte a caballo y parte a pie, ya que no era posible por el terreno, hacer todo el trayecto a caballo. 

Una vez ahí, meteríamos las cabras dentro del sector que ya habíamos cercado, ya que aún estaba seco, luego de muchos meses sin aún llover. Y “tendríamos tiempo de armar el corral con tranquilidad mientras cuidábamos los animales”. 

La idea era muy clara. Yo jamás había arreado a nada ni nadie a algún lado, pero estaba seguro de que podría cumplir con mi parte del trabajo ¿Qué tan difícil podría ser llevar los animales hasta allí arriba?. Goyo me decía: “cuanto más tranquilo y despacio vayamos, más fácil y rápido va a ser”. 

La aventura estaba a punto de llegar a un punto de caos, poner a prueba al extremo como nunca antes mis capacidades  de resistencia física, ¡y mentales!. Y puedo decir que finalmente, “lo logramos”. Pero casi fracasamos rotundamente. Una de las razones fue que justo en el momento en que debíamos dejar los caballos, se desató de golpe una terrible tormenta eléctrica, en la que en menos de 2 hs cayó violentamente más agua que en los dos años anteriores completos. 

Una particularidad que tienen las cabras es que cuando hay mucho viento, ellas avanzan sin cesar “viento en contra”. Ésto lo hacen, según dicen, porque se desorientan. Lo cierto es que: lo hacen. 

No recuerdo bien si era Octubre o Noviembre 2010. Había que llevar los animales desde el pueblo hasta arriba de todo en el campo. 

Llegamos al pueblo temprano en la mañana. Antes de que salga el sol, así evitaríamos las horas de más calor. O eso suponíamos. 

Con mucho cuidado, y siguiendo las indicaciones de quienes más experiencia tenían, dos a caballo por detrás, dos a caballo por los costados, comenzamos el viaje hacia nuestra primera meta: Ojo de Agua. La verdad es que fue muy fluido, muy tranquilo. Llegamos caminando con los 55 animales a nuestro cargo. Yo había tomado confianza. Me había tocado guiar a algunas cabras, que de a ratos querían desviarse, y lo había logrado sin complicaciones. 

Llegamos al comienzo del sendero. Se veía el sol, comenzaba el calor. Apenas entramos en lo que ya era “monte”, las cabras dieron las primeras señales del caos que vendría después. 

Ya no era tan sencillo mantenerlas en el camino, ya que cuando alguna se iba hacia un costado, si entraba entre los arbustos (en ese monte el 90% de las plantas tienen muchas espinas), era imposible seguirlas a caballo. Logramos mantenerlas ordenadas durante algunos minutos en el primer trayecto. Luego se empezó a descontrolar. 

A la altura en la que sabíamos que deberíamos seguir a pie, los animales comenzaron a correr hacia distintos lados. Algunas hacia arriba a la derecha, otras hacia arriba a la izquierda. Otras corrían por el sendero hacia arriba. En esos campos, los alambrados están hechos para contener ganado vacuno o caballos, pero las cabras simplemente pasaban como si no hubiese algo allí. 

Salté del caballo como pude, lo amarré rápidamente a un árbol y salí corriendo monte arriba detrás de cuadrúpedos que corren mucho más rápido que yo. Tardé unos minutos en darme cuenta de que la ventaja yo la tenía usando mi inteligencia y no mi velocidad corriendo entre las espinas. Aunque en ese momento perdí la noción del tiempo, puedo decirte que hasta que logré rodearlas sin que me vieran y luego arrearlas monte abajo hacia el sendero, pueden haber pasado unas dos horas. 

Logramos reagruparnos los 4 con los 55 animales a nuestro cargo. 

Continuamos a pie, llevando los caballos “a tiro”. En esos momentos el calor superaba los 45 grados centígrados, y mi campera de jean (indispensable para andar en el monte entre las espinas) estaba totalmente mojada de transpiración. Luego, cuando el camino ya lo habilitaba, decidí  montarme al caballo nuevamente. 

Mientras tanto, Goyo y los otros dos estaban en situaciones muy parecidas a la mía. 

Lo que viene a continuación sucedió en menos de 5 minutos. 

Comenzó a correr un viento del norte que hasta ese momento no estaba. El cielo, que hasta ese momento mostraba solamente un sol extremadamente fuerte, se cubrió de nubes negras y a lo lejos (no tan lejos) se veían los rayos y escuchaban fuertes truenos. 

En unos pocos minutos se desató la terrible tormenta en la cual, no solo era extrema la cantidad de agua que caía y eso hacía peligroso el camino por el que andábamos, sino que la temperatura bajó de golpe en instantes. 

No sé a qué temperatura llegó el frío. Solo recuerdo que el cambio fue tremendamente drástico, y del calor y ropa completamente mojada de transpiración, pasamos a totalmente mojados por tremenda tormenta sobre nosotros y nos encontramos llegando a la pampa redonda en un estado de frío incontrolable. Recuerdo ver la cara de Goyo totalmente violeta, y él decía que la mía estaba igual. Nunca volví a sentir tanto frío en mi vida. En medio de todo eso, habíamos logrado calmar el paso de las cabras y venían ya bastante ordenadas. 

Cuando vimos la represa nos dimos cuenta de que la idea de dejar las cabras allí no era viable. Estaba cayendo tanta agua y fluía tanta cantidad por los canales, que el enorme pozo se estaba llenando en minutos. Pero tampoco podíamos dejar los animales sueltos. Teníamos que hacer un corral para 55 cabras en ese mismo momento, bajo la lluvia y en un frío que nos dificultaba mucho la movilidad. 

Y las cabras, por si no lo sabías, no son fáciles de contener. Debes hacer un cerco muy alto y muy resistente, sin agujero alguno. Porque si no lo haces así, sencillamente, se escapan. Y si sale una, pues de seguro esa es la primera, y el corral quedará vacío en segundos. 

Las cabras son de los animales más ágiles e insistentes que existen.

Mientras estábamos en esa situación, decidimos que lo primero, mientras las cabras disfrutaban de su nuevo lugar y no se molestaban por el agua, era fabricar un corral provisorio. 

Comenzamos entre los 4, a juntar lo que fuese que veíamos y pudiese servir. En esa situación vi muy claramente la importancia de la experiencia de quienes ya habían vivido y trabajado en el campo durante muchos años. Pude observar la inteligencia en la practicidad al construir algo muy rápidamente, “con lo que hay” y que sirviese al propósito, a sabiendas de que duraría varios días pero no era definitivo. Pues a largo plazo, la construcción del corral debíamos hacerla de manera diferente. 

Utilizando los caballos, recogimos cada tronco seco de caranday, cada palo, varilla, rama de algarrobo, quebracho y todo lo que tuviese muchas espinas era bienvenido. Trozos de alambre para amarrar. Incluso algunas herramientas como las barretas y picos que teníamos formaban parte de las paredes del primer corral que las cabras tuvieron. Recuerdo que en poco más de 3 hs, bajo el aguacero, logramos terminarlo. Incluso logramos amarrar de forma precaria pero con firmeza, una chapa que haría de techo para las primeras noches. 

Pero la lluvia continuaba, y el frío en nuestros cuerpos era demasiado. Decidimos que teníamos que hacer algo urgente. Subir a los caballos haría el frío aún más intenso, ya que estando ahí arriba uno está quieto, y el cuerpo se enfría cada vez más. 

Refugio alguno en donde resguardarse, aún no había. Encender un fuego en semejante tormenta era casi imposible.

Hasta que a lo lejos, vimos esa palmera caranday que había crecido totalmente de costado. Tenía unos 2 y ½ m de longitud, pero no hacia arriba, sino hacia un costado. Eso hacía que la parte de abajo, a la que no le daba el sol y tenía hojas secas, siguiese sin haberse mojado. 

Creo que eran las únicas hojas y parte de un tronco sin agua en todo el territorio. Y decidimos que había que hacerlo. Había que prenderla fuego completamente. Incendio en el campo era imposible que suceda. La cantidad de agua que caía aún era torrencial. Y teníamos que hacer algo porque no aguantábamos más el frío. 

Costó, pero lo logramos y al fin tuvimos ese ratito de calor, para calentarnos y lograr que nuestra temperatura corporal suba unos grados hasta sentirnos mejor. Hasta que en pocos minutos el agua misma apagó por completo el fuego. 

Y luego de leer el desarrollo de lo sucedido en aquel comienzo de aventura quizá te preguntes ¿para qué meterme en situaciones tan incómodas, peligrosas y hasta sin que me paguen por todo eso, cuando podría simplemente tener un trabajo normal, trabajar en una empresa y recibir dinero a fin de mes, comprarme las cosas que quisiera? Solía tener todo eso antes de irme de la ciudad. 

Podría haber elegido una forma de vivir mucho más “tranquila”, en una casa normal, con ducha caliente, un buen auto en el garage y el super a dos cuadras. 

Y la verdad es que, desde que decido en cada momento lo que yo elijo valorar y es esa elección el lugar interno que priorizo a la hora de tomar mis decisiones, que me encuentro a mí mismo en cada instante. 

Encuentro que, tomando las decisiones que yo quiero - que generalmente son diferentes o fuera de lo común- y no las que se esperarían de mí o lo que alguien normal haría, de pronto es mucho más acorde a la vida que yo quiero vivir. Estoy pleno incluso en medio del caos más peligroso que he experimentado. 

Como te dije en otra ocasión, las problemáticas ahora son hacia el crecimiento y las atravieso en alegría y ya no son como antes, el justificativo de mi malestar. No se trata de “mirá lo que me pasó, que mala suerte o es la culpa de aquel, o mira lo que me hicieron”. Es siempre mi responsabilidad estar en donde estoy, y por más que a veces las situaciones sean super incómodas, difíciles y peligrosas, pues estoy aquí, presente, disfrutando de la situación actual aunque a veces se trate de un pozo del cual es difícil de salir. 

Encuentro que lo que para otro es totalmente incómodo y jamás haría, a mí, me hace sentir en casa. Y lo que para otros es lo que se debe hacer, para mi resulta ser el camino que jamás tomaría.

 

Y no es como pensaba antes que un camino está bien y el otro está mal. La verdad, que puedo confirmar más allá de gustos, es que el único camino que existe es hacia dentro. Y el que la mayoría de la gente aún recorre es el de la ilusión que es hacia fuera. Y lo que dije recién tiene más de un nivel de entendimiento. Y solo va a comprender en profundidad, quien recorra el camino verdadero, el del viaje interior.

Si quieres encontrarte a ti mismo viviendo la vida que deseas, entonces debes comenzar por definir tu propio sistema de valores. Y cuando lo hagas, de pronto querrás (y espero que lo hagas), redefinir conceptos según esa nueva versión que ahora eres. Ahora el éxito para ti quizá no sea tener lo que antes querías tener, según lo socialmente aceptado y las cuentas de instagram que sigues. Tampoco digo que para ti el éxito deba ser pasar por las peripecias que he pasado yo en las aventuras que te cuento. Quizá el éxito para ti sea algo que aún desde tu versión actual, no puedes saber.  

Ya entrando en la oscuridad de la noche, emprendimos el viaje de regreso a casa, en donde para al fin darnos un baño caliente, debíamos primero, claro, encender otro fuego para calentar el agua en el calefón. 

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